Mis padres llegaron más rápido de lo que pensaba. Me despedí de la familia de Aarón. Subí al carro y miré a mis padres, quienes estaban callados.
—¿Pasó algo? —pregunté preocupada.
—La abuela tuvo una caída y se pegó la cabeza. La llevamos a emergencias, pero dicen que puede ser tumor —respondió mamá.
—¿Ahora dónde está? —no pude evitar comenzar a llorar.
—Está en cuidados intensivos. Tu abuela es fuerte, saldrá de ahí.
—¿Qué pasará con su enfermedad?
—La van a chequear si pueden operarla.
—¿Y pueden?
—Es probable que no, tu abuela ya es muy mayor, sería un riesgo completo.
—Lo siento, hija —dijo mi padre.
Llegamos a casa, tomé una ducha rápido y llamé a mi mejor amigo. No contestó. Boté mi celular al piso y abracé con todas mis fuerzas mi almohada hasta quedarme dormida.
La luz del sol me golpeaba en la cara, ¿ya era de mañana?, ¿qué tanto dormí? Me di la vuelta y al hacerlo sentí un bulto alado mío. Me restregué los ojos y miré. No podía creerlo.
—¿Aarón? —pregunté somnolienta—. ¿En