Tiara
Por no poner atención, estoy perdida y no recuerdo en qué parte está ubicada. Tengo puesta la bata y la mascarilla en la mano. Entré a una habitación, el frío es insoportable y se encuentra en la cama de hospital una anciana. Me pongo roja de la vergüenza, la señora me mira como si supiera que estoy perdida y disfruta de mi visita. Su pelo canoso está desordenado, sus ojos son marrones y luce una mellada, la muestra orgullosa.
—Disculpe, me equivoqué de habitación —muevo mis manos y me vuelvo un lío.
Me pasa por despistada, por no atender a mi primo y la señora sonrió abiertamente.
—No te preocupes, linda, me viene bien una visita por equivocación.
Su sonrisa no se va de su rostro maduro, es triste estar sola en un hospital frío y me conmuevo.
—Pues fue el destino —me siento menos mal por ser despistada—, deseo que salga pronto de aquí. ¡Dios la bendiga!
—Eres un ángel, pero espero irme pronto a morar —habló demasiado alto—. Cuando se está viejo, ahí es que uno ve l