—No, no me estoy riendo.
Lisandro luchaba por contener las ganas de reír, tratando de parecer tan serio como siempre, pero sus labios temblorosos lo delataban.
—Ya no te hago caso. ¡Me voy a dormir! —resopló Ximena.
—¡Dormiremos juntos!
Lisandro, dando una vuelta, derribó a Ximena sobre la alfombra.