—¿Eres... eres tú, Cristo?
—¿Cristo? —Autem se sorprendió—. Mi nombre español es Cristóbal, pero nadie me ha llamado Cristo.
—¡Soy yo, Clarisa! —Clarisa, emocionada, dijo—. ¿Me recuerdas? ¡Clarisa Sutton!
Autem examinó a Clarisa de arriba abajo, pensativo, y luego negó con la cabeza.
—No la conozco.