—Señorita Castillo, —Hilda, con voz entrecortada, dijo—, a don Guillermo le gustas mucho. Cuando puedas, ven a visitarlo más seguido.
Ximena echó un vistazo a la criada, Hilda. Recordaba que, en su primera visita a la familia Soto, fue precisamente Hilda quien, con una mirada despectiva, insinuó que