—¿Te duele?
Ximena, frotándose la nariz y conteniendo las lágrimas, respondió:
—Está bien, no duele tanto.
Al ver que la nariz de Ximena estaba bien, Lisandro la rodeó con un brazo y ralentizó el paso, caminando juntos por el sendero de piedra. La oscuridad se había instalado por completo y las luce