—Definitivamente no, —murmuró Enrique, bajando la cabeza con voz apagada.
—Siempre has sabido medirte, hijo, —Raúl gruñó suavemente, su tono se suavizó un poco—. Papá confía en ti.
*
Inés yacía en la cama, el mundo girando a su alrededor. No quería bañarse ni cambiarse de ropa, solo quería dormir ha