Inés se sorprendió al oír aquello, y miró instintivamente hacia las manos de Ximena, notando que sus diez dedos estaban desnudos. Ximena, con las mejillas teñidas de un rojo vergonzoso, levantó su mano izquierda y dijo.
—Es incómodo llevar el anillo de bodas en el trabajo, así que me lo quité.
—Oh,