Mariana no paraba, seguía hablando.
—Después ella intentó lanzarse al río. En esos días, en Nubiazura llovía sin cesar, el río crecía y su corriente se volvía violenta. Si no hubiera sido por su actual esposo, Lisandro, ¡Ena probablemente ya estaría muerta!
—¡Nadie podía encontrarla! Yo estaba deses