El médico, sosteniendo el instrumento, sugirió amablemente.
—El bebé está muy sano, ya tiene tres meses, sería una pena perderlo.
Mariana apretó los puños con fuerza, cerró los ojos y las lágrimas comenzaron a brillar en las esquinas de sus ojos. Se vistió y se preparó para salir. El médico, detrás