Los sollozos del niño eran tenues y contenidos, desgarradores al oído.
Ximena empujó la puerta del patio con fuerza y corrió hacia adentro. En un rincón oscuro y estrecho, el pequeño Iván se acurrucaba, su diminuto cuerpo temblando, la cabeza apoyada en sus rodillas, soportando los golpes de un sauc