—¿Entonces por qué no se han divorciado? —preguntó, con el ceño fruncido.
—Él se niega a hacerlo.
Ramón agitó su abanico con frustración. Siempre había pensado que su nieto era astuto, pero resultó ser un tonto.
—¡Divorciarse es fácil! Puedes demandarlo. Ni siquiera necesitas un período de reflexión