Al escuchar que era la llamada de Elena, Mateo rápidamente se incorporó en la cama. Sus grandes ojos oscuros se posaron en Lisandro, reflejando un miedo profundo y palpable que lastimaba el corazón de su padre.
—¡Ya no vuelvas a llamar! —dijo con firmeza.
Lisandro apagó el teléfono, se acercó a la c