Desde que había sido hospitalizada, él no había entrado a verla, y la pequeña extrañaba su presencia.
Lisandro, con un amor evidente, la alzó y la consoló, asegurándole que siempre estaría para protegerla.
Felicia, aferrada a su cuello, parecía no querer soltarlo por nada del mundo.
Ximena, al ver l