La voz de la mujer en el interior le resultaba demasiado familiar.
Era Isabella.
Ximena nunca hubiera imaginado que la chica que siempre parecía tan respetuosa y sumisa con ella, la considerara de esa manera.
Ximena soltó una risa sarcástica.
Sin más, abrió la puerta y entró, declarando: —Ya basta, lo escuché todo.
Sin siquiera mirar a Isabella, se dirigió directamente hacia Luis para preguntarle dónde planeaba colocar el relieve de cactus.
Ximena no quería perder más tiempo en asuntos int