—¡Qué! —la empleada estaba tan enojada que se puso roja.
Sofía sacó una tarjeta de cliente frecuente y la lanzó sobre la barra.
Al ver que era una tarjeta de la categoría más alta, la empleada se apresuró a disculparse.
—No es que no podamos comprar, es que no nos gustó nada de lo que tienen — sentenció Sofía.
Al salir de la tienda, Ximena comentó: —En este mundo del dinero, todos parecen inclinarse ante él.
—Si hubiera sido yo, hubiera comprado hasta hacerlas arrodillarse frente a mí —cont