Esa mirada…
Por alguna razón, le resultaba familiar a Ximena.
Algunos recuerdos venían y se iban en su mente.
Se esforzaba por mantener la lucidez, decidida a no recordar el pasado.
Justo cuando estaba dispuesta a dejarse llevar, sintió unas gotas caer sobre su rostro, con un ligero olor metálico.
Sobresaltada, Ximena preguntó: —¿Por qué estás sangrando?
—Es solo un rasguño, no es nada —respondió Lisandro con voz ronca, en ese momento, solo la deseaba y no se preocupaba por otra cosa.
Se