El rostro de Ximena no podía estar más rojo. Tapó la boca de Mariana y lanzó una mirada furtiva a Lisandro, quien seguía absorto en su teléfono. En voz baja, confesó:
—¡Nos vamos a divorciar pronto!
Lisandro sintió un cambio abrupto en su humor, guardó su teléfono, y su expresión se volvió gélida. Le dijo a Felicia, que estaba viendo televisión:
—Felicia, ya es hora de dormir.
—Tío, apenas son las ocho —Felicia no quería dormir todavía.
Había dormido todo el día y ahora se sentía con energí