* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
—Mi esposa, QUIERO VER A MI ESPOSA —exijo angustiado, al no tener respuesta alguna del médico.
—Señor, Costantini, por favor, le pedimos que se cal…
—MI ESPOSA. QUIERO VER A MI ESPOSA —arremeto al querer entrar a la sala de partos, pero mi amigo me detiene.
—¡SUÉLTAME, RAMSÉS!
—¡BAYÁ! Tu hijo… Lo has asustado —reclama; y de pronto soy consciente de que la pequeña criatura que estaba en mis brazos, estaba llorando muy fuerte.
Mi corazón se oprime, pero no puedo hacerlo, no podía tranquilizarme y no podía darle tranquilidad a él. Necesitaba verla…, necesitaba ver a su madre, necesitaba ver a mi esposa, necesitaba…
—Necesito verla. Necesito ver a mi esposa, doctor. DÍGAME DÓNDE ESTÁ
—Enfermera, por favor, llévese al bebé a la sala de cuidados para recién nacidos.
—NO. No quiero que se lo lleven —preciso adusto al mirar a la enfermera con sus brazos estirados hacia mí—. Mi hijo se queda conmigo. No quiero que se lo lleven.
—Está bien, se