98: El vestido, quítamelo.
Una vez dentro de la casa, Michael se detuvo frente a Sofía, acarició sus mejillas con sus manos y le preguntó algunas cosas, sólo para estar seguro de que esta sería una noche normal.
-¿Estás cansada, Sofía?
-Algo, sí.
-¿Te sientes alegre?
-Me siento feliz, profundamente feliz.
Gracias Michael. Jamás imaginé incluso después de ser comprada por tí que sería tan feliz o que me darías un regalo como este, porque es lo que esta boda significa para mí, un regalo que me demuestra tu esfuerzo por llevar una buena vida a mi lado.
-Yo también estoy feliz.
-Entonces vamos a nuestras recámaras, quiero descansar.
-¿Nuestras?
¡De ninguna manera!
Ya eres mi esposa, de ahora en adelante compartiremos recámara.
-¿En serio?
-Así es, a partir de ahora nos comportaremos como los esposos que somos. Dormiremos en la misma habitación, saldremos de vez en cuando, tendremos sexo cada vez que lo deseemos y estemos de acuerdo.
-Ja ja ja. Lo último es lo más importante.
Sofía se sonrojó ante sus