Mía presiente que algo malo pasará. Baja la mirada hacia el suelo, dejando que Aleksander permanezca parado detrás de la puerta.
-No- responde luego de su silencio- no quiero hablar, estoy ocupada.
Sabía que, si se admitía hablar con Aleksander, seguramente terminarían.
-No es novedad que estés ocupada ¿No? – responde con una leve sonrisa forzosa.
Ella solo se queda pasmada en la puerta.
Aleksander mira hacia la dirección de la salida y se da la vuelta para marcharse.
Ella quiere detenerlo, siente que debe hacerlo, pero su boca fue incapaz de pronunciar una palabra y sus pies no reaccionaban.
Recordó aquel fragmento del poema que había leído hace tiempo.
“Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón.
Habló el orgullo y engullo su llanto
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino y ella por otro.
Y al mirar atrás me pregunto;
¿Por qué no hablé aquel día?
Y ella se preguntará
¿Por qué no lloré yo?
Cuando mía leyó aquel poema creyó que el poeta era un nefas