Capítulo 2 - Noche de Bodas

Mylene se encontró sentada en el borde de la cama king size, con el vestido de novia aún puesto. Miraba a su alrededor, inspeccionando la habitación del hotel en la que pasaría su noche de bodas con Leo.

Miró alrededor de la habitación, tratando de distraer su mente de sus nervios. Era una suite impresionante, con una cama enorme en el centro de la habitación, una sala de estar con sofás de cuero y una vista impresionante de la ciudad.

Todo parecía lujoso y elegante, había pétalos de rosas rojas regados por el suelo y la cama, además que la luz estaba un poco mas opaca de lo normal, dando un ambiente romántico a la situación.

Pero ella simplemente no sabia que hacer. Su maleta había sido enviada también, pero no sabia en que momento cambiarse de ropa, aunque también se sentía avergonzada de hacerlo frente a Leo.

El cual, por otra parte, se veía cómodo y relajado con la situación, Mylene intentó relajarse mientras veía como el rubio se quitaba la chaqueta de su traje y la colgaba en el perchero. Él era guapo, eso no podía negarlo. Pero también era algo arrogante y egocéntrico, y eso la hacía sentir incómoda.

-¿Te gusta lo que ves? -preguntó Leo al notar como la chica lo observaba detenidamente desde hace rato.

Ella se encogió de hombros ante la pregunta, tratando de ocultar su incomodidad.

-Es un buen traje. -respondió ella, sin saber qué más decir.

-Por supuesto que lo es -dijo Leo con una media sonrisa presumida-. Todo lo que tengo es lo mejor. Soy el mejor en todo lo que hago, y eso incluye a las mujeres. -finalizó con total confianza.

Mientras Leo se acercaba a ella, Mylene se levantó de la cama y se alejó unos pasos, intentando mantener cierta distancia. Leo notó su reacción y sonrió de manera burlona.

-No tienes que tener miedo, conejita. -dijo con una sonrisa traviesa en su rostro, a la vez que se acercaba poco a poco hasta la chica, colocándose detrás de su espalda.

Mylene se estremeció al sentir el aliento cálido de Leo en su cuello y su suave contacto en sus hombros. Se giró tímidamente para verle el rostro, quedando hipnotizada en su mirada.

Finalmente, Leo se inclinó y le besó suavemente los labios. Mylene se estremeció ante el contacto y se aferró a él con fuerza. El beso se hizo más profundo y apasionado, y Mylene sintió que su cuerpo se calentaba y se despertaba.

Leo comenzó a deslizar sus manos lentamente por el cuerpo de la chica, explorando suavemente cada curva por encima de la tela del vestido. A lo cual ella poco a poco se dejó llevar por el momento, disfrutando de sus caricias.

Pero a medida que la tensión sexual aumentaba, Mylene comenzó a sentirse cada vez más nerviosa. Se preguntó si estaba bien que ella estuviera haciendo esto con Leo, ya que originalmente era Irene quien tenía que estar en ese lugar. Se mordió el labio inferior, sintiéndose culpable por estar disfrutando de algo que no le correspondía.

Leo notó la tensión en el cuerpo de Mylene y se detuvo. 

-¿Estás bien? -preguntó.

Mylene asintió, pero Leo sabía que algo no estaba bien.

-Háblame, Mylene. -dijo el rubio con una voz calmada, pero con una pizca de enojo.

Mylene respiró profundamente y se giró para enfrentarlo.

-No sé si debería estar haciendo esto. -dijo ella con una voz temblorosa- Irene es la que debería estar aquí...No yo.

Leo la miró fijamente a los ojos y sonrió ladinamente mientras le miraba los labios.

-Mylene, tú eres la que está aquí ahora. Y no hay nada de malo en querer sentir placer y disfrutar. -habló mientras que la dirigía lentamente a la cama hasta lograr que ella callera encima de los pétalos de rosa, consiguiendo que, a sus ojos, el rubor de la chica se realzara, haciéndola ver realmente adorable y atractiva.

La actitud coqueta y playboy de Leo se hacía evidente en cada gesto y palabra que salía de su boca. Era un experto en el arte de la seducción y Mylene no podía evitar sentirse atraída hacia él.

Mientras ella se sentía insegura y nerviosa, Leo se mostraba confiado y seguro de sí mismo. Sabía exactamente lo que quería y cómo conseguirlo, y Mylene no podía resistirse a su encanto.

Con una sonrisa traviesa, Leo comenzó a acariciar suavemente el cuerpo de Mylene, explorando cada centímetro de su piel con sus manos expertas. Ella se estremecía bajo su tacto, sintiendo cómo el deseo comenzaba a crecer dentro de ella.

Pero entonces otro sentimiento comenzó a nacer en su interior, y ese era la tristeza. Se supone que ella haría este tipo de cosas con la persona que amara, y no con un extraño al cual acababa de conocer hoy mismo. Aquella sensación se apodero de ella y sus ojos comenzaron a humedecerse, haciendo que las lagrimas poco a poco comenzaran a salir.

Leo al notar esto abrió los ojos y se alejo de ella, estaba sorprendido con la respuesta de la chica. Tomó la sabana que estaba cerca y cubrió a la chica con ella, logrando que los pétalos volaran por el aire y cayeran hasta el piso.

Mylene lo miró entre confundida y aliviada, mientras se cubría con aquella tela, ya que aunque tuviese aun el vestido puesto se sentía completamente expuesta ante el rubio.

El chico se levantó del lugar. Podría ser todas las cosas malas en el mundo, pero nunca obligaría a una mujer a estar con el a la fuerza.

Sintió que era mejor dejar la habitación y darle espacio a la chica para que se sintiera más cómoda. Por lo cual caminó hacia donde estaba su chaqueta y la tomó, mientras evitaba mirar a Mylene directamente.

-Lo lamento. -dijo sin mas mientras salía de la habitación, dejándola completamente sola. Mylene entonces se sintió confundida y vulnerable. No podía creer lo que acababa de suceder.

Mejor dicho, no podía creer todo lo que había ocurrido en todo el día.

Y es que ella toda su vida la había vivido en una granja alejada de la ciudad, sabía que su familia paterna era especialmente conocida en el área ganadera y de las flores, pero no era algo que especialmente le llamara la atención.

Su padre, el señor Franco, había tenido una aventura con su madre, y por eso ella había nacido. Ese suceso había sido un gran revuelo en su familia, y mas que había echo enojar a su abuelo paterno, obligando a su padre a darle el apellido.

Pero eso si, no tenia nada de relación con su propia familia, ya que apenas se habían enterado de aquello su madre y ella fueron enviadas a la granja a vivir. Cosa que no enojo especialmente a su madre ya que era alguien de bajos recursos.

Por otro lado la relación que tenia con su hermana mayor Irene era complicada, desde que tenia memoria ella no la había tratado para nada bien y hasta gustaba de humillarla, por lo cual le pareció raro cuando ella había llegado la puerta de su casa para supuestamente invitarla a su boda.

Mas sin embargo, el propio día del viaje, se dio cuenta que Irene tenia mas equipaje de lo normal, y que nadie aparte de ellas estaba viajando para la boda. A lo que simplemente le explicó que su abuelo y el del rubio habían sido muy cercanos en el pasado y que debido a eso tanto la compañía de Leo como la de ella se veían beneficiadas, no le dijo claramente de que trataba pero tenia que ver con algo de alimentos.

Al parecer Irene y Leo nunca se habían visto en la vida, y la razón de este matrimonio era que los abuelos de ambas partes acordaron que si no se unían las familias en un matrimonio, donarían todo el dinero y bienes que habían conseguido hasta ahora.

Pero Irene no tenia intenciones de casarse con nadie, o por lo menos no por ahora, ella decía que no quería sentir las cadenas del matrimonio, ni nada parecido a una relación, así fuese por conveniencia.

Ella quería seguir saliendo a fiestas y viajes como lo hacia hasta ahora, pero su padre la había amenazado con que su hija tenia que casarse con Leo, siendo éste el único nieto y futuro heredero.

Así que sin que nadie se enterara Irene simplemente simuló aceptar lo que decía su padre, pero al mismo tiempo planeó todo para que ella, Mylene, fuera al lugar de la boda en su lugar. Su padre había dicho que su hija tenia que casarse con Leo, y eso haría, solamente que no seria ella.

Fue hasta el día de hoy, temprano por la mañana, que todo se reveló. Irene le dijo claramente que si no simulaba ser ella y se casara con Leo en su lugar, se encargaría personalmente que su padre las echara tanto a ella como a su madre de aquella sucia granja para que vivieran en las calles.

Mylene se sintió atrapada en una situación de la que no sabía cómo salir. No quería casarse con un desconocido, pero tampoco quería perder la granja, que era su hogar de toda la vida. Se sintió impotente ante las amenazas de Irene y decidió seguir su plan para evitar peores consecuencias.

Se preguntó cómo podía ser su hermana un ser tan cruel, pero sabía que ella siempre había sido así con ella. Recordando así cómo Irene la humillaba constantemente cuando eran niñas y cómo siempre la hacía sentir inferior. 

Pero solo ahora se daba cuenta de como podía ser su hermana mayor de despiadada y egoísta, a tal punto de que no le importaba causar dolor a los demás con tal de conseguir lo que quería.

Recordaba como hace unas pocas horas se miró al espejo mientras se colocaba el velo blanco y largo que cubría por completo su rostro. Sintiendo que estaba viviendo en una película, que aquello no era real y que en cualquier momento despertaría de aquel sueño.

Pero al mismo tiempo, sabía que tenía que ser fuerte y hacer lo que se esperaba de ella, por lo que solo respiró hondo y se dirigió hacia la puerta, lista para enfrentar lo que le esperaba en la boda...

-Esto es un desastre. -comentó para si misma mientras miraba al techo fijamente.

Por otro lado Leo se encontraba en el bar del hotel bebiendo un trago de whiski, ya había pasado unas cuantas horas que había dejado la habitación, le había llamado al abogado de la familia para tener una conversación con su abuelo y ver que podía hacer, necesitaba asegurar este matrimonio pero por mas que lo pensara no sabia como resolverlo.

Leo entendía que no podía anular el matrimonio, ya que se había llevado acabo legalmente y había sido certificado por un juez. Además, había cláusulas específicas en el acuerdo prenupcial que establecían que el matrimonio no podía ser disuelto hasta después de un año de convivencia.

Tras terminar su trago, decidió regresar a su habitación. Sabía que tendría que hacer lo mejor que pudiera para hacer que el matrimonio funcionara, aunque no sabía si sería posible.

Al ingresar pudo ver como todas las luces estaban apagadas, al acercarse mas a la cama encontró a Mylene dormida, cubierta por completo por las sabanas blancas.

Se quedó allí de pie, observándola durante unos minutos, antes de darse cuenta de que también estaba cansado. Finalmente, decidió acostarse a su lado, sin tocarla siquiera, solo para poder dormir.

La habitación estaba en completo silencio, y Leo finalmente cerró los ojos, dejándose llevar por la oscuridad para al fin poder dormir y dar por finalizado aquel día con tantas sorpresas.

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