Esa mañana, Evan se había levantado temprano para realizar sus ejercicios en el gimnasio que tenía en casa. Dudaba mucho que la joven se hubiera despertado, así que aprovechó el momento para meditar sobre lo que diría al disculparse por su comportamiento del día anterior.
Después de reflexionar detenidamente sobre la situación, era consciente de lo mal que había sonado exigirle un hijo a alguien con quien no compartía un vínculo profundo. Aunque estaban casados, no podía obligarla a aceptar una petición de tal magnitud.
No era de extrañar que ella hubiera reaccionado de esa manera; él mismo se sentiría ofendido y enojado ante una demanda así. Era cierto que necesitaba un heredero para asegurar el legado familiar, pero debía ser razonable y manejar la situación con cautela y astucia.
Tras analizar todo con la mente más despejada, comprendió que si quería proteger y mantener el apellido de su familia, debía considerar dos aspectos fundamentales.
Primero, estaba casado con una mujer a la