Antonio

-¿No tienes calor papá?-Negó con la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja. El sol ya se imponía en lo alto del cielo azul, despejado,sin ninguna nube para obstaculizar su avasallante calor. A pesar de todo esto Graciela jugaba incansable con todo lo que ellos en tan pocas horas habían comprado para ella. Después de la escena con una María de Lourdes reclamando mi ausencia y ahora mi presencia, me fui directo al comedor y con papá llevábamos dos horas hablando de las cosas que hacía está coqueta niña, también le hablé de Isabel, lo hice con el mayor de los cariños y la admiración, la extrañaba, a todo Betel lo extrañaba y podía apostar que a papá le encantaría estar allá. Claro que esta casa, estas tierras no se comparaban en tamaño u opulencia con Betel, pero alá hab&iacu

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