Capítulo 2

En Casa

En cuanto tuvo edad y dinero para salir de la casa de Ivanovich, Ilya compró un loft ubicado en uno de los clásicos edificios neoyorkinos de hierro fundido, en TriBeCa y con vistas al SoHo; Le gustaba la sofisticación industrial y lo había convertido en su espacio propio. De aspecto minimalista, elegancia monocromática y la excelencia en los detalles era lo que quería. Tenía un sistema modular de cocinas, gracias a la amplitud de espacio que la quinta planta de lo que solía ser una fábrica, había sido posible adaptar.

El sistema modular se desplegaba en una gran isla negra de cocina con una escultural campana; una segunda isla que hacía las veces de bar con taburetes altos y, al fondo, en los altos módulos donde se encuentran electrodomésticos y armarios. La oscura cocina contrastaba con las paredes de un claro y cálido gris que se abren dando lugar a un sistema de almacenaje.

Ilya siempre bromeaba consigo mismo que los armarios escondidos tras una pared fabricada a mano y a medida en carpintería de aluminio y madera de roble escondían las copas, pero también sus armas y munición.

El resto del espacio era amplio y despejado iluminado por las ventanas grandes que dejaban una hermosa vista de día o de noche. Había sectores como una zona de televisión, un área cerrada como estudio o despacho y al otro lado, con divisores de cristal en marco negro, el dormitorio, vestidor y baño privado recubierto enteramente con placas de piedra persa, desde el techo hasta el suelo pasando por las paredes.

Un espacio lujoso, elegante y minimalista que le permitía alejarse de su trabajo cada vez que podía. Vivir en hoteles no era malo, pero tener un espacio propio era infinitamente mejor.

Ilya caminó hacia su habitación sacándose la ropa para meterse a la ducha. Llevaba tres días escondido para recuperarse de sus heridas. Sanaba rápido, pero algo en la joven que lo había ayudado le hizo quedarse y fue el mismo quien volvió a abrir algunas de ellas para que la joven lo curara con esas manos pequeñas y suaves.

Bajo el agua de la ducha, vinieron a su mente, recuerdos fragmentados de la noche anterior, su cuerpo, su piel, su suave voz llamándolo por su nombre debido a la intensidad de las sensaciones que él le provocaba, besándola y dándole placer. Se sorprendió a si mismo al darse cuenta de que, entre la bruma de la fiebre y lo intenso que se comportó, se dio el tiempo de prepararla antes de tomarla. Algo en su mente le decía que esa mujer no tenía experiencia y que una parte de él quería que recordara su primera vez como algo bueno.

- Demonios... - murmuró en voz alta cuando vio su erección. Ahora reaccionaba ante los recuerdos de una mujer que era inexperta y frágil como un pajarito asustado.

Ilya se rio al pensar que si ella era un pajarito, el era el gato que subió al árbol para cazar y al final jugó con la comida y que luego se fue, dejándolo a medio camino entre el cielo y el suelo. Imbécil, pensó. Pero sabía que mantenerse cerca de ella era malo, no sólo para él si no para ella. Su mundo y el de ella no eran los mismos y la joven parecía demasiado amable para mancharla con la suciedad que él veía cada día.

Con eso en mente, salió del baño con una toalla en la cintura antes de buscar un teléfono de repuesto que tenía en el cajón de la mesa de noche.

- ¿Jefe?

La voz de su técnico se escuchó con un dejo de preocupación.

- ¿Donde ha estado? - preguntó ansioso - Luka lo busca. Sólo pude decirle que estaba en un trabajo y sin señal.

- Perdí mi teléfono. - le dijo sin mayor explicación - Prepara otro con una línea segura. Necesito que me envíes toda la información del último trabajo. Quien lo autorizó, logística, inteligencia. Cada maldita cosa.

- Si, jefe. En eso.

- Y Alexei... - le dijo con un tono de advertencia - Nada hacia afuera. Sabes como trabajo.

- Si, jefe. Entendido.

Ilya cortó sin despedirse y arrojó el celular en la cama antes de caminar hacia el vestidor, separado por una puerta deslizante. Cuando prendió la luz interior, trajes, camisas, corbatas y accesorios perfectamente ordenados lo recibieron. Le gustaba el lujo y la calidad. La vida era muy corta para conformarse con las migajas. Ya había tenido hambre y frío en su niñez como para volver a pasar por eso. Se había prometido eso a si mismo cuando salió de ese sótano y haría que su madre saliera de su prisión en cuanto se hiciera más fuerte. Tenía que hacer que Luka bajara la guardia y lo mataría sin dudar por todo lo que les había hecho.

Si bien, lo alimentó y educó, Ilya sólo fue visto como una herramienta letal y eficiente. Cada tutor, cada comida sólo eran para hacerlo una mejor arma. Eso lo aprendió a las malas y también el que, al ser mejor, se acercaba cada vez más a sus objetivos. Luka y su círculo íntimo.

Sólo un poco más, un poco más, madre y saldremos de esta m****a, se dijo a si mismo.

Esa esperanza era lo que lo mantenía de pie y enfocado entre toda esa oscuridad.

Ivanovich

Luka era un vampiro de quinientos años que parecía de cuarenta. Su cabello tenía algunas canas y algunas arrugas le daban un aspecto recio y tosco como un mafioso de los años 30's. Si no fuese por su palidez y expresión vacía, podría pasar por humano.

Ahora estaba sentado en su despacho bebiendo una copa de sangre fresca disfrutando el sabor como si fuera el mejor chardonnay. Uno de sus hombres estaba junto a la puerta mientras Luka revisaba unos papeles.

Un golpe en la puerta lo distrajo de la tarea haciéndole levantar la vista para ver quien era el visitante. Cuando la puerta se abrió, Ilya entró con una expresión calmada. Vestía un traje negro a la medida como un magnate en vez de un ejecutor. Luka se reía de él cuando lo vio la primera vez al enviarlo a su primera misión, vestido con una sudadera negra y buzo, pero en cuanto ganó su propio dinero, invirtió en si mismo y pulió su imagen hasta llegar a la que veía frente a él.

Con una mueca, tuvo que reconocer en su interior que la sangre real de su linaje, aunque fuera mezclado, se percibía a simple vista. Muchos de sus hombres le habían mencionado en algún momento que trabajar junto a Ilya era como ver a la muerte con traje Armani o Hermes. Aunque peleara con varios a la vez, con suerte se despeinaba.

- Ya estás aquí... - le dijo dejando los papeles en el escritorio - ¿Dónde demonios te metiste?

- Haciendo mi trabajo. - le dijo sentándose en el sofá de cuero negro con actitud indiferente - Perdí mi teléfono y comprar otro solo me habría expuesto. - mintió.

- ¿Y la misión?

- El objetivo escapó, pero ya lo tengo cubierto. Terminaré lo que empecé. Lo sabes.

- No hay lugar para errores, Ilya. Han pagado mucho dinero por atraparlo.

- Lo tengo... - dijo levantándose para irse - Pasaré por un teléfono nuevo a tecnología y voy al hotel.

- Hoy hay una cena con la hija del Clan de Jersey. Quiere conocerte y le cobré a su padre tu asistencia a la cena.

- ¿En serio? ¿Ahora eres mi chulo? - exclamó el joven divertido - Ya te lo dije, solo cenas. No me interesan esas mujeres. Y debes pagarme parte de lo que cobras por mi.

- Haré que te lo transfieran a tu cuenta - dijo Luka con una sonrisa ladeada - A veces me preocupa que seas gay.

- Si lo fuera, no es tu asunto. - dijo Ilya divertido - Y te aseguro que, independiente del género, mi polla es justo lo que quieren.

El joven cruzó la mirada con el guardia en la oficina y le guiñó el ojo mientras salía. Julius era un vampiro del círculo cercano de Luka al que le gustaban los hombres y el mantener sus preferencias sexuales ambiguas, le daba una carta de juego frente a él.

Cuando la puerta se cerró tras él, la carcajada de Luka resonó en el despacho.

- Vaya que es un maldito bastardo. - le escuchó decir divertido - Me gusta.

Con una sonrisa, Ilya caminó por el corredor hacia el sector de tecnología.

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