34
—¿Por qué? —pregunta Nathaniel de manera brusca mientras se mueve para ponerse delante de mí—. Quiero saber por qué te tratan así.
—No quiero hablar de eso. No sirve de nada intentar explicarlo. Al final, los dos verán las cosas como todos los demás, y no creo que pueda soportarlo.
Las lágrimas se acumulan en mis ojos, y me aclaro la garganta para evitar que caigan. No quiero parecer más débil de lo que ya estoy. Nathaniel frunce el ceño, y Tobias da un paso hacia adelante, como si quisiera decir algo, pero se detiene.
—Por favor, ayúdame a volver a casa. No quiero entrar ahí sola.
Tobias y Nathaniel se miran, claramente dudando sobre si deben cumplir mi petición. El aire entre nosotros se vuelve denso, cargado de emociones que ninguno se atreve a nombrar. Suspiro y empiezo a caminar, tambaleándome a cada paso, el dolor palpitando en cada centímetro de mi cuerpo. No pasan más que unos segundos antes de que uno de ellos esté a mi lado, sujetándome con cuidado. Es Nathaniel. Su brazo