Llevábamos un mes en la carretera y mi vientre ya comenzaba a crecer. Tenía dos meses de embarazo, o al menos eso creía. Nunca había aprendido nada sobre embarazos de hombres-lobo, así que no sabía cuándo daría a luz. Tampoco podía hacerme un chequeo, por lo que no tenía idea de si en verdad eran dos los que llevaba dentro o si estaban sanos.
Finalmente, nos establecimos en un pueblo del que habíamos escuchado rumores sobre la presencia de una bruja. Ya habíamos estado en muchos callejones sin salida y conseguido farsantes, pero esperaba que esta vez resultara. Nos acomodamos en un motel y condujimos unos cinco minutos hasta ver una tienda llamada Brebaje de brujas.
Entramos, el lugar estaba tenuemente iluminado, con un fuerte olor a incienso. Había de todo lo que alguien podría usar en un hechizo: desde plumas hasta calaveras de rata, pociones de amor y pociones de maldición. Si esa mujer era real, resultaba bastante aterradora.
Escuché las cuentas chocar en la puerta del fondo y alc