Durante los últimos días me he sentido muy mal y debo admitir que Juan Pablo me ha ayudado mucho. Con él puedo hablar sin sentirme juzgada. Sin embargo, no le he dicho a nadie que lo conozco. No quiero que nadie arruine nuestra amistad, porque todo lo bueno en mi vida se arruina.
En este momento me encuentro en el parque con él. Está acariciando a Luna, quien ya está mucho mejor de su patita.
—Le gustas —dijo.
Reí al ver que Luna no dejaba de lamer su rostro.
—Me encanta verte reír, Maia, eres verdaderamente hermosa —me dijo él.
—Quiero llevarte a un lugar.
—¿A dónde? —pregunté intrigada.
—Ya verás.
Tomé la correa de Lunita y las dos seguimos a Juan Pablo, caminando entre las calles de la ciudad. Luego de unos diez minutos llegamos a una casa grande. Creo que es una pensión o un hotel.
—¿Vives en un hotel?
—Adelante —rió mientras abría la puerta y me guiaba por el hermoso jardín delantero.
Me percaté de que había varios muchachos en el lugar. La mayoría eran hombres, también había algunas mujeres y una señora que se veía mayor. Parecía una fraternidad de universitarios o algo por el estilo.
—Abuelita, ella es Maia —me presentó.
La mujer tenía el cabello canoso recogido en un chongo, ojos color miel y vestía un delantal de cocina.
—Mucho gusto, Maia —me saludó con un beso en la mejilla—. Soy Ruth.
—Mucho gusto, señora.
Juan Pablo comenzó a presentarme poco a poco a las personas del lugar. Los muchachos se veían muy alegres y les agradó Lunita. Una chica fue muy amable y otras dos me miraron mal.
Continuó enseñándome la propiedad, la cual era muy espaciosa. Poseía varios cuartos en la parte de arriba y de abajo, y el jardín trasero era mucho más lindo que el delantero. Finalmente, nos sentamos en un banco que se ubicaba frente a un árbol.
—El jardín es hermoso —le comenté mientras me sentaba con Luna encima de mí.
—A mi abuelita le fascina, Mai. Quise que conocieras mi hogar porque yo quiero conocer el tuyo.
Negué con la cabeza.
—No es por ser grosera, pero no me gusta ni a mí mi propia casa.
Juan Pablo me agrada de verdad. Es evidente que es un hombre humilde, ya que, a pesar de que este lugar es hermoso, se ve sencillo. A pesar de que mi familia tiene dinero, nunca he sido feliz en esa mansión.
Mi principal motivo para no llevarlo a casa es mi familia. Mi tía es muy clasista y mi hermano también. Tal vez pueda presentarle a Norma, pero aún no quiero, porque ella es demasiado hermosa y no quiero que él se fije en ella y deje de prestarme atención.
—Como puedes ver, no soy millonario. No tienes nada de qué avergonzarte.
—Me avergüenza mi familia, Juan Pi. Dime, ¿de dónde salió esta propiedad?
—Ha estado en la familia Smetana desde hace años. Los dueños eran mis bisabuelos y se la heredaron a mis abuelos. Mi abuelito murió, pero mi abuela se hizo cargo de todo. A ella le fascina estar rodeada de jóvenes, la alegran.
—Es evidente que la adoras.
—Es toda la familia que me queda por parte de mi mamá. Viví muchos años alejado de ella, pero cuando mamá murió, quise reencontrarme con mi abuela. Hace más de un año regresé a vivir acá.
—Me encantaría tener abuelitos, más primos o tíos. Siempre quise una familia muy grande. Mi madre solo tenía una hermana y mi papá casi no tenía familia.
—Puedes tener una familia grande si lo deseas.
Reí.
—Mi única opción para tener hijos sería la inseminación artificial. Nadie me tocaría sin vomitar.
—No me gusta que hables de esa forma —dijo, llevando sus manos a mis mejillas y levantando mi rostro.
Al tenerlo tan cerca no logré contenerme e intenté unir mis labios a los de él, pero se alejó.
—Perdón… qué pena —me disculpé, roja como un tomate—. Pensé que te gustaba. Qué estupidez, ¿verdad?
—No es ninguna estupidez. Eres hermosa, pero eres prácticamente una niña. Soy mucho mayor que tú. Solo quiero ayudarte.
En realidad, no nos llevamos más de cinco años. Seguramente me está mintiendo. ¿Cómo alguien como él podría fijarse en alguien tan fea y gorda como yo?
—Mejor me voy.
—Mai, no quiero que te sientas mal.
—No te preocupes. Entiendo que no podría gustarte y te doy lástima.
—No es lasti...
No le permití terminar la frase y simplemente me alejé, prácticamente corriendo. Me percaté de que una de las chicas que me miró mal nos estaba espiando.
¡Qué vergüenza si me vio intentar besar a Juan Pablo!
Salí de la propiedad y, al salir, me detuve para liberar todo el aire contenido.
—¿Por qué soy tan torpe, Luna?
En ese instante, como si mi suerte no fuera mala, una persona se acercó al lugar con ropa deportiva y una pelota en las manos.
—¡Vaya que tengo mala suerte! ¡Otra vez la gorda y su perro pulgoso gordo!
—Luna no es gorda, solo peluda.
Quisiera decirle que es un idiota, pero insultar no es mi estilo. A veces lo intento con mi hermano cuando me ofende, pero me acobardo.
—¡Luna, no! —la reprendí cuando orinó los zapatos de Juan Miguel.
—¡Llévate a ese perro pulgoso antes de que la golpee!
—Inténtalo —lo reté—. No entiendo por qué siempre eres tan grosero con todo el mundo.
—¿Yo? —rió fuerte.
No es ninguna novedad que él siempre ofende a quien se le cruce en frente, tanto a muchachos como a muchachas. No tiene ningún amigo porque es un amargado.
—Lárgate. Y si vienes de parte de tu hermanito o tu noviecito, diles que me pagarán lo que me hicieron. No sé cómo, pero me vengaré de ellos.
—¡No sé de qué estás hablando! ¡Y yo no soy mensajera de nadie!
—Además de curvas de más, tienes carácter —rió fuerte.
En ese instante debí contenerme para no lanzarle un puñetazo. Nunca entenderé por qué siempre me molesta. De gorda, fea e inútil no me baja, cuando yo nunca lo he ofendido por ser becado como lo hacen mi hermano y sus amigos.
No entiendo qué es eso tan malo que le hice para que siempre me ofenda cuando tiene la oportunidad. Los demás hablan a mis espaldas, pero él me insulta en la cara.
—¡Ya déjame en paz, Juan Miguel!
—Del inútil de tu novio toleras todo, Maia. Te gusta que te maltraten. Además de gorda y fea, eres masoquista. Todos los ricos son tal para cual.
Contuve mis lágrimas porque no dejaré que él se percate de que me está lastimando.
—Perdón, yo...
Me solté de su agarre cuando intentó sostener mi brazo y simplemente me alejé con Lunita.
---
Llegué a mi casa, y para complicar mi día, me percaté de que mi tía tenía invitados para cenar. Ella siempre invita a los tipos más asquerosos con quienes realiza negocios importantes.
Ni yo sé de qué tratan sus negocios, solo sé que obtiene mucho dinero, y esos viejos violan a Norma con la mirada. Por eso me gusta acompañarla, para que no intenten nada contra ella.
—¿Cómo te sientes, Mai? —me preguntó mi prima mientras me acompañaba en la cocina cuando preparaba el almuerzo.
—Mejor. Lo que no te mata, te hace más fuerte… es lo que decía mamá.
—¿Te enteraste de que encontraron droga en el casillero de Juan Miguel?
—¿Qué?
—Sí, lo descalificaron y perdió la beca. Nadie entiende qué pasó, porque él suele ser muy sano.
—Yo sí sé qué pasó —centré mi mirada en mi hermano, quien estaba hablando por teléfono y sonriendo.
—No sé qué haré, pero ese arrogante recuperará su beca y mi hermano la perderá.
—¿No estabas feliz por deshacerte de Braulio tres años?
—Sí —reí—, pero no se me antoja que se salga con la suya.
—¿Y con Jerry?
Lo mejor que me puede pasar es que él se marche, por ello no haré nada en su contra. Pero algún día me pagará todo el daño que me ha causado.
Salí de mis pensamientos cuando me percaté de que Juan Pi comenzó a llamarme. No quiero responder porque me siento muy mal por el malentendido.
Fui una tonta al querer darle un beso, pero nunca un hombre tan lindo, dulce y amoroso me había tratado tan bien. Me confundí. No estoy acostumbrada al buen trato ni a tener amigos, sobre todo hombres.