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Al día siguiente me siento un poco mejor.
Ya estoy lista a la 7: 00 am de la mañana, entonces camino hasta la sala para ir hacia la salida.
Paola ya se ha levantado, escucho la puerta de su habitación, entonces ella sale a mi encuentro justo cuando voy hacia la salida.
—¡Prima! —clama detrás de mí con voz de preocupación, entonces volteo hacia ella. —¿Qué haces? —indaga consternada y extrañada, porque ayer vio que estaba muy mal.
—Ah. Pues, iré a buscar trabajo, no puedo perder tiempo.
—¿Por qué Susan? —pregunta con firmeza cruzando sus brazos, intuyendo que hay algo más que no le he dicho.
Decido hablar sobre la situación por la que atravesamos sintiéndome muy afligida.
—El dueño de esta casa nos pide desalojar, ya que debemos un mes y no hay depósito.
—¿Por qué no me había dicho? —Indaga intranquila.
—Lo siento Paola, es que todos estamos pasando por un mal momento y no quería preocuparte más.
Me disculpo con ella porque siempre nos comunicábamos todos, pero no he querido angustiarla más.
—Espera, voy contigo. —De pronto ella me decide acompañar y era de esperarse—. Deja que me aliste. —Prosigue ella.
Asiento con la cabeza que sí, entonces procedo a sentarme mientras Paola se marcha a la habitación.
Mi madre aparece de pronto quién estaba en el patio trasero, seguro porque escuchó la conversación entre mi prima y yo.
—¿Qué sucede, hija, vas a salir otra vez? —indaga preocupada al mirar que estoy lista para salir.
—Saldré a buscar trabajo.
—Debe descansar. No tienes que ponerte ansiosa por este despreciable hombre, porque debes cuidar tu embarazo.
Me aconseja ella, pero este hogar depende de mí ahora.
—No puedo permitir que nos desalojen. ¿Adónde iremos, mamá? —pregunto tratando de que sea más razonable, aunque ella ve el lado amable de las cosas siendo optimista.
—Pensaremos en algo más. —expresa ella con serenidad, pero yo no puedo estar tranquila, ya que esta situación pesa sobre mis hombros.
Me levanto y siento angustia por esta conversación.
—No hay tiempo para pensar, mamá.
—Bueno. Mientras se alista Paola, ven, sígueme a la cocina, prepararé el desayuno.
La sigo e igual que siempre ella toma en sus manos una silla plástica para que me siente.
La deja en una esquina y acaricia mi espalda para tratar de tranquilizarme, entonces procedo a sentarme.
Seguimos conversando mientras espero a Paola.
Más tarde, el desayuno está listo, entonces ayudo a mi madre a llevar los utensilios y la comida a la mesa, luego ella busca a mi padre y yo me siento mientras los espero a todos.
Mi prima ya se alistó y llega apresurada. Procede a sentarse en el comedor.
Ella me indaga sobre esta situación con gran preocupación y conversamos sobre esto.
Minutos después, llega mi madre mientras sostiene la silla de ruedas de mi padre.
Todos empezamos a desayunar, pero no dejo de preocuparme porque me urge encontrar algún trabajo.
Media hora después, culminamos de comer.
Enseguida salimos fuera mi prima y yo, pues tengo prisa.
Tomamos el bus y tenemos suerte de que tiene asientos disponibles.
Paola empieza a conversar cuando nos sentamos, porque no he pronunciado ninguna palabra por la incertidumbre que siento.
—Susan, no quedaremos en la quinta parada, porque iremos a una empresa recién inaugurada y el dueño es precisamente un magnate ruso, quien vino a instalarse a este país. Ayer fui a una entrevista y tú también irás.
La miro cabizbaja, con mi angustia a flor de piel, entonces también me preocupo por ella.
—Pero, vas a viajar a Rusia, prima.
—Escucha, eso no importa ahora. Decidí que me marcharé el año que viene en enero; solo faltan 3 meses y días. Pasaré la Navidad con ustedes, mi familia.
—Me alegra mucho, Paola. —expreso sintiendo cierta tranquilidad por sus palabras.
Nos abrazamos como dos buenas hermanas, y eso es lo que somos porque nos criamos compartiendo juntas desde que éramos niñas.
Más tarde, llegamos a nuestro destino. Ella me guía, pues ya había venido antes a la entrevista de trabajo.
Horas después, culminó la entrevista dejando el currículum, entonces ruego a Dios para que nos contraten, pues me urge ganar dinero para seguir sosteniendo el hogar.
Más adelante, vamos de regreso a casa en el bus, entonces Paola toma mis manos.
—Susan, sé que no quieren molestarme, pero voy a pagar los meses de alquiler que falten mientras esté con ustedes.
—No, por favor. —Me niego rotundamente, ya que no quiero abusar de su buena intención.
—Insisto prima, así podrás ahorrar para ti y el bebé. —Ratifica ella con firmeza y prosigue a hablar—. Aun cuando me marche hacia Rusia estaré al tanto de lo que suceda. Cualquier cosa que necesite no dudes en hacerme saber.
—Te lo agradezco muchísimo. —Respondo y suspiro, luego me sale una sonrisa.
—No lo digas con pena, sabes que también somos hermanas.
Ella sacude mis manos para darme ánimos, pero pienso en el dueño de la casa que ocupamos.
—En verdad no quiero ver el rostro de ese señor, es muy insensible a nuestra situación.
—Desde hoy se acabó el sufrir, iremos y pagaremos para que él no te moleste más. Mejor dicho no nos moleste.
Paola ha reafirmado con total seguridad y gran firmeza porque ella sigue insistiendo en querer pagar el alquiler.
Posteriormente, cuando llegamos y apenas bajamos del bus, caminamos al cajero automático para ella retirar el dinero necesario.
Luego, nos dirigimos también andando a la oficina del abogado de este para pagar la deuda.
Sucede justo lo que yo no quería, alcanzo a ver desde la ventana de cristal que él está ahí.
—¡Vaya, Susan! ¡Qué milagro! ¿Vas a pagar la deuda? —clama y pregunta desde qué ponemos un pie dentro de la oficina.
—Sí, pagaré. —Solo respondo débilmente, quedándome estática a un lado de la puerta.
De pronto, miro su rostro estando cabizbaja, entonces él me mira riendo de medio lado llevando sus manos a la barbilla. Quien sabes qué pensará mientras me ve con lascivia.
Paola lo mira y veo su rostro lleno de indignación, ella descarta hablar con él y voltea hacia el abogado para conversar sobre el pago.
—Por favor, haga el recibo de los meses que se deben.
—Siéntese. —Responde el notario, mientras yo permanezco de pie, sintiéndome acosada por el dueño de la vivienda.
Los minutos parecen eternos mientras el abogado escribe en un recibo de pago.
Luego que Paola se levanta y se despide de él, suelto un suspiro de alivio, también me despido sintiendo que se me ha quitado un gran peso de encima. Salimos rápidamente de la oficina.
Nos dirigimos con entusiasmo a nuestro hogar, mientras caminamos por la calle calurosa y silenciosa. Planeamos qué hacer en los días u horas siguientes, en tanto esperamos que nos llamen de la nueva empresa.
—Susan, compartiremos en familia, haremos un viaje a la playa un día de estos cuando estemos libre. —Comenta mi prima con regocijo.
—¡Magnífico! —Exclamo con alegría, luego le comento sobre algo que a ella le afecta mucho—. Pero, por otro lado, tu abuelo está muy avanzado de edad y es la única familia por parte de tu padre, sé que te angustia y aflige por él.
—Así es, ya lo has dicho y me conoce bien. Estoy atormentada porque quiero pasar los últimos días de su vida a su lado, pero también ansío estar con ustedes.
—Está bien, pero no te agobies. Lo primero es ir con él, y lo importante que sigas estudiando allá. Más adelante, estaremos nuevamente unidas, ten fe. Por ahora seguiremos los designios de la vida.
Paola me abrazas por el hombro, continuamos caminando, sonriendo y entusiasmadas hasta llegar al hogar que ahora compartimos juntas.
Posteriormente, entramos a la casa. Mi madre nos recibe y se asombra al ver nuestros rostros rebosar de alegría.
—¡Wau! ¿Me pueden decir por qué están tan contentas?
—Tía, porque Susan y yo pronto trabajaremos en una nueva empresa, también le pagué el alquiler al señor, ❝ese❞… ya no tendrán que soportar que venga a cobrar. —Paola responde con mucha alegría.
—Por ese lado estaremos más tranquilos, pero él tiene razón siendo esta su casa. —Contesta mi mamá con resignación.
Paola se lanza al sofá, algo enfadada.
—Sí, pero eso no le da derecho a venir a insultar.
—Vengan a ayudar a poner la comida en el comedor para almorzar. —Interviene mi madre cambiando el tema y es mejor para no seguir amargándonos la vida por ese hombre que, por un lado, tiene derecho sobre su casa, pero no la manera en se expresa hacia nosotros.
—¡Oh, ya está el almuerzo! —expreso con alegría.
Mi prima se levanta más animada, ya que estamos muertas de cansancio. Nos lavamos las manos, luego le ayudamos a organizar la mesa a ella.
Minutos después, estamos almorzando en armonía, paz y gran entusiasmo.
Espero que podamos mejorar esta situación cuando empiece a trabajar o empecemos mejor dicho. Ruego que nos contraten a las dos y creo que así será, ya que es una nueva empresa.
Ahora tengo muchas esperanzas a pesar de las adversidades, contrario días atrás cuando sentía estar en un callejón sin salida.