Mundo ficciónIniciar sesiónLa oficina de Cyrus siempre imponía respeto. Altos ventanales daban vista al corazón de la ciudad, donde las luces parpadeaban como un enjambre en constante movimiento. El mobiliario, sobrio y elegante, era más un recordatorio de poder que de comodidad. Aquella noche, el silencio pesaba más que cualquier discurso.
Roldán entró sin titubear. Vestía con esa sobriedad impecable que tanto lo caracterizaba: traje oscuro, corbata ajustada, expresión impasible. Cerró la puerta tras de sí y, por un instante, el clic del cerrojo pareció anunciar el inicio de un duelo silencioso.—Me llamaste con urgencia —dijo Roldán, con voz grave pero serena, como quien se adelanta a desarmar el ambiente—. ¿Se trata de los nuevos contratos en la zona portuaria?Cyrus lo observó desde detrás del escritorio, recostado levemente contra el respaldo de cuero. No respondió de inmediato. Lo dejó sentir la espera, el peso de cada segundo. Sus ojos, oscuros y afilados, parecían examinarlo






