Cap. 30
—Saludos Padre.
—Hola hijo… como vas pasando, tú momento de soledad.
—Digamos que intentándolo, ¿Cómo esta Mamá y Lucero?
—Ellas se encuentran excelente, tuvimos una noche animada con el llanto de Lucero.
Eso le robo una sonrisa a Izan, que se mantuvo recordando; cómo sus Padres trataban de dormir.
—Bueno; eso es solo el inicio Padre.
—Dímelo a mí, que trato de entenderlo todo los días hijo.
—Cuéntame; seguro no me llamabas solamente para eso Padre.
—Cierto. Lo que vengo a decirte, es que mañana tenemos una cena importante con uno de nuestros socios de Rusia y es necesario, que cierres el acuerdo con tu asistente, porque no podré estar ahí, iras en mi representación.
—Entiendo Padre, solo puedo decirte que allí estaré, mándame la reservación y lo demás lo haré; es seguro que Ortencia; tendrá preparado los documentos para el cierre.
—Efectivamente yo mismo mande a mi secretaria, que se los entregará hoy.
—Perfecto. ¿Algo más Padre?
—No. Nada más hijo, espero estés tomando el desca