—Estabas demasiado acostumbrada a que corriera detrás de ti, Aiko.— susurró él, mirándola a los ojos.— ya había ido a por ti una vez, no quería hacerlo de nuevo. No soy tu perro faldero, mujer. Soy el líder de una mafia. Ir a buscarte después de que me habías traicionado me habría hecho ver débil. Y tú mejor que nadie sabe que la Yakuza estaba en crisis.
Ella tragó en seco, asintiendo.
— Habían demasiadas familias del clan en contra de mi decisión de desterrar a Hitoshi. La mayoría de ellos exigía que lo ejecutara por traición. Había logrado posponer su sentencia con las celebraciones por el nacimiento de nuestro hijo, pero para colmo de males me dejaste y tuve que tomar una precaución precipitada.
— Lo enviaste a China, Sofía me lo contó.
— Así fue. Los Lee querían una nueva alianza, y como yo estaba casado les envié a mi hermano en mi lugar.— Hiroshi sonrió— ¿me creerías si te digo que él y Lee Liang son felices?
Aiko elevó las cejas.
— ¿En serio?
— Pues sí. Aunque se quedó c