El hombre se acercó decidido y amenazador, me quedé observando con mis manos a los lados del cuerpo, a la expectativa de cuál sería su próximo movimiento; cuando se percató de que no lograría su objetivo de intimidarme, retrocedió.
—¿Te atreves a enfrentarme? No te olvides Ferrari, puedo acabarte en apenas segundos —declaró el hombre con una expresión de furia, transformando su rostro violentamente.
— No te tengo miedo Mackenzo DellaCroce, estoy acostumbrado a lo rastrero de tu actitud, siempre buscas atacar en la sombra, con artilugios, nunca de frente —expresé con tranquilidad, sentándome en mi escritorio —¿A qué has venido?
— A escuchar de ti tu rendición. Para dejar tranquilo a las empresas Ferrari, debes a aceptar el matrimonio con mi hija, si no quieres arrepentirte toda tu vida de las consecuencias —pronunció de forma altanera el hombre.
No pude evitar carcajearme en su cara.