—¿Qué pasa, fratello? —Alexia por fin quitó los ojos de su móvil colocándolo en la mesa, preguntando interesada. Y Enzo pensó que ella, como era quien más lo conocía, podía notar la tensión en su cuerpo.
—Vamos a ser padres… —Antonella se levantó confesando, lo que ya habían planeado, que él diría primero—. Pero no soy yo quien gesta a esos bebés…
Un líquido caliente y doloroso se esparció por el cuerpo de Enzo cuando Antonella echó todo a perder, y un sonido de incredulidad se espació por la mesa de parte de todos los expectantes.
Enzo solo pudo arrojarle una mirada de decepción a su mujer, entre tanto las preguntas desordenadas lo invadieron sin control. Unas más ruidosas que otras, pero todas con mucha agitación.
Sin embargo, había una mirada congelada, fija, e inquietante sobre él, y para cuando se giró a su derecha, notó como el rostro pálido de Ángelo, le clavaba un filo en su pecho.
Y si era inteligente, podía sumar y llegar a la conclusión rápida, así que se adelantó levantand