—¿Gianna? —el golpe en su pecho volvió con fuerza, y ella tomó el aire para girarse.
—Señor… creo que… olvidé avisarles a mis padres… deben estar muy preocupados… —ella estuvo a punto de ir por su celular, pero Enzo la detuvo.
—Escucha… llama de mi teléfono… sé que no deberías mentirles, pero no van a entender nada de esto. Diles que se te descargó el teléfono, y que en una hora estarás allá…
Gianna supo que él tenía razón. Tomó el teléfono que Enzo le ofreció, y marcó a su casa para escuchar a su madre.
—¿Mamá?
—¿Gianna? Hija, estaba preocupada por ti…
—Lo sé… se me olvidó avisarte… ya casi voy a terminar aquí… y mi teléfono se descargó.
—Bien, cariño, por favor no llegues tan tarde…
—No. No te preocupes… todo está en orden…
«¿Pero realmente estaba en orden?», sacudió su cabeza, finalizó la llamada, y luego le pasó el teléfono a Enzo teniendo cuidado de que sus dedos no se tocaran esta vez.
En unos minutos de silencio, Enzo sirvió los platos, y caminó hacia un comedor para anima