Por su parte, Bianca, al ver cómo Brando la miraba con una expresión que parecía querer matarla, no sabía qué hacer, ni entendía qué le había hecho a ese hombre para que se comportara así con ella.
Hasta que vio, como otro hombre lo arrastraba fuera del salón. De no ser por eso, de seguro se le habría abalanzado encima o la habría humillado, como lo hizo en el matrimonio de su prima.
Solo con recordar aquello, dio media vuelta y se fue de allí. No quería seguir torturándose por un hombre que claramente no sentía el mismo deseo que ella.Al llegar a su apartamento, se puso a tomar como una loca, intentando encontrar la forma de lidiar con todo lo que le estaba pasando, hasta que lo recordó… ¿Cómo pudo olvidar lo que descubrió cuando era apenas una niña?
Recordó aquel momento en que su mascota la mordió y cómo sus padres y abuelos, al enterarse, quisieron matarla. Si no hubiera intervenido y cambiado sus ideas en sus mentes, la habrían matado sin dudar.
Bueno… en realidad sí la mataron.
Y a pesar de lo que le había hecho, y del miedo tan profundo que le provocaba —al punto de entrar en pánico solo con oír su nombre—, ya que no quiso que muriera así. Entonces, algo dentro de ella se desbordó… y fue capaz de retroceder el tiempo.
Cambió los pensamientos de su familia por otros más compasivos, más justos, y gracias a eso su mascota se salvó.
Ya que al haber intervenido con esto, le dieron otro destino, pues la llevaron a una perrera.
Mientras los recuerdos la invadían, no pudo evitar preguntarse qué habría sido de la vida de aquel perrito.Bueno, eso ya no importaba, por lo menos lo pudo salvar, aunque por su culpa ella odiara a todo tipo de animales y no permitiera que ninguno de esa especie se acercara a ella. Pero ahora lo importante era que ella misma podía hacer la reversión a Brando y convertirlo en un verdadero hombre, además de que podía cambiarle sus pensamientos para que solo la amara a ella y a nadie más en este mundo… bueno, hasta que ella se aburriera de él, que era lo más seguro.
Mientras pensaba en esto, se volvía a repetir en su mente, como fue que se había olvidado que tenía el poder de interferir tanto en el tiempo como en la mente de los demás, y así poder cambiarle sus pensamientos a su antojo. Bueno, ahora que lo pensaba, la Madre Luna sí que le había dado un buen poder… y sí que iba a hacer buen uso de él.
Ahora que lo pensaba mejor, la Diosa Luna no era tan malvada como había creído. Ojalá la perdonara por todo lo que había dicho de ella en el pasado, pues aquella diosa podría quitarle su poder por todos los insultos que le había lanzado anteriormente.
Ya sabía por qué se había olvidado por completo de que tenía aquel poder: si no lo hubiese olvidado en aquel momento, su familia se habría enterado de que ella era la tercera niña de la profecía y la habrían cohibido de todo, ya que tenía que estar protegida y no podía abandonar la casa familiar. Así mismo como lo hizo Priscila en su momento.
Aunque a Priscila le dijeron que esa era la regla de oro que tenía la familia Robles, ella sabía muy bien que eso era solo una forma de estarla vigilando y evitar que sus poderes se desbordaran nuevamente.
Luego pensó que, así como ella tenía el poder de retroceder en el tiempo y cambiar los pensamientos de cualquier individuo como se le diera la gana, este poder también tenía su alto y bajo.
Ya que cuando recién se enteró, pensó que todo era solo un sueño, y por eso había podido cambiar el destino de su mascota. Sin embargo, ya siendo mayor de edad, pudo perfectamente indagar en los pensamientos de los demás. Esto no le pareció nada raro, porque en su familia poseían aquel don.
Sin embargo, al notar que, de la nada, cambió la forma de pensar de un compañero de la universidad, en ese momento, al ver lo que había hecho, se asustó mucho. Enseguida recordó lo que había sucedido con su mascota. Fue entonces cuando se dio cuenta de que lo que ocurrió en el pasado había sido real, y sí poseía aquel don de la Diosa Luna.
Y no solo uno… prácticamente tenía dos de sus dones: revertir el tiempo y, además, cambiar los pensamientos de las demás personas si así lo quisiera.Al pensar en esto, se asustó, pero al mismo tiempo se alegró mucho, pues tenía en sus manos un poder inmenso, el cual debía esconder de todos, incluso de su propia familia. Pues no quería que descubrieran que ella era la tercera niña de la profecía.
Además, ahora que las otras razas sabían que los elfos-magos seguían vivos, si llegaba a caer en manos de alguna de estas razas, estaría en peligro. Ya que ella no era capaz de convertir su sangre en veneno como lo hacían los otros elfos.
Por eso mismo, siempre decía que la Diosa Luna la odiaba, pues ni siquiera fue capaz de darle ese mínimo don de transformar su sangre en veneno… y así poder estar a salvo.
Sin embargo, ahora entendía por qué no tenía aquel don que todos los elfos poseían desde su nacimiento, o al menos entendía por qué era la única en su especia que no podía maldecir su sangre y convertirla en veneno.
Pues ella había nacido con algo distinto, algo mucho más peligroso que los demás elfos y eso era: el don de revertirlo todo, incluso pensamientos o el tiempo mismo.
Y ese don, combinado con su capacidad para alterar la mente de otros, se volvía letal.
Si alguna vez llegara a mezclar esa habilidad con el veneno de su sangre, podría matar en un instante. Si no lograba controlarlo a tiempo, sería capaz de destruir miles de personas con tan solo un parpadeo. La sola idea era aterradora… ya que interferir en la mente de millones de personas al mismo tiempo era algo espantoso, y la llenaba de un miedo profundo.