Capítulo 22. Una muñeca
Bianca, por su parte, cuando se quedó sola con Rosario, le pidió a la loba que fuera a conseguirle ropa limpia mientras ella se daba un baño. Sin embargo, apenas la chica dio la vuelta y se fue. Una mujer entró en la habitación, era de una belleza impactante: su cabello, negro como la noche, contrastaba con una piel tan perfecta que parecía de porcelana; definitivamente, aquella mujer parecía una muñeca de verdad, era demasiado hermosa para ser real.
Aun así, algo en ella no cuadraba con su belleza, pues su mirada no transmitía la dulzura que debía transmitir un rostro tan hermoso y angelical como el de ella, sino que mostraba un odio tan profundo que Bianca sintió que quería matarla solo con esos ojos. Mientras intentaba descifrar esa sensación, la desconocida se acercó y le dijo:
—Definitivamente, eres muy hermosa, podría decir que eres más hermosa que yo, y eso me enfurece con solo ver tu rostro. Tu belleza me provoca tanta rabia, que incluso llego a odiar a la misma Diosa Luna por