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—¿Le duele?—preguntó la doctora, al presionar mi costilla superior.

—No, estoy bien. Solo fue el susto—respondí.

—¿Segura? Estando embarazada, usted está más frágil.—interrogó.

—Lo sé señorita, pero en serio estoy bien.—respondí sentándome en la camilla.—, ¿sabe usted que fue lo que sucedió en el edificio?—pregunté.

—Sí, un estallido de una bomba. Por alguna razón no fue de mucho radio, era específica para un piso y departamento. —respondió—, un atentado, que desafortunada esa chica.

—¿Esa chica? ¿Acaso hubo un herido?—pregunté nuevamente.

—Sí, murió una chica rubia. Su nombre si mal no recuerdo era Monic, según el reportaje—respondió y sentí helar mi sangre.—, ¿se encuentra bien? ¡Esta pálida!

—Estoy bien, gracias.—respondí.

Mi mente se nublo, ese atentado era para mí. No para ella, había pagado unos platos rotos que no debía, la pobre a pesar de que era intensa y muy irritante no tuvo que haber muerto por mi culpa. Me sentía responsable y ni hablar de cómo me dañaba la conciencia. N
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