3. MI INTRIGANTE VIDA

Luego de ver cómo desaparece el mensaje, me quedo mirando la foto de mi mejor amiga Serrí. Mi amiga es alta, morena y tiene un cuerpo muy bien formado y atractivo. Su cabello es negro y rizado; siempre lo lleva suelto. Sus labios son carnosos y sus senos son voluptuosos. Dondequiera que vaya, los hombres no pueden evitar mirarla. Al igual que yo, ella también pasó por un divorcio difícil y quedó sola con sus hijos.

 Nos conocimos en la consulta del psicólogo mientras intentábamos superar nuestras separaciones por traición. Fue amor de amigas a primera vista. Estuvimos hablando durante horas y nos dimos cuenta de que no necesitábamos al terapeuta para avanzar. Ella también es directora de una galería de arte.

 En cuanto a mí, también tengo mis atributos. Soy alta, con una cintura estrecha y un trasero redondeado, sin llegar a ser exagerado. Mis senos tienen la medida justa para equilibrar mi figura. Mi cabello es casi rojo, con destellos castaños, y mis ojos son grises, a veces con un tono azulado. Mis labios son carnosos. Al igual que mi amiga, llamo la atención de los hombres cuando paso.

 Por eso, ninguna de las dos tiene problemas con los hombres que elegimos. Ambas hemos creado nuestra propia terapia y hemos superado nuestros traumáticos divorcios. Nos hemos dado cuenta de que podemos ser felices sin esposos, a pesar de que algunas personas intentan menospreciar nuestras capacidades solo porque somos madres solteras.

 Un golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos. Es el técnico. Entro en modo implacable en cuestión de segundos.

 —Adelante —digo firme y directa, mientras lo observo cruzar el umbral con sus herramientas. Es el ingeniero de la empresa, un hombre de mediana edad, serio y concentrado, que me tranquiliza un poco.

Mientras él realiza su análisis detallado en mi computadora, intento distraerme con papeles que tengo pendientes. Sin embargo, la intriga se asoma en mi mente como una sombra. Decido usar el intercomunicador y enviarle a Joe un mensaje rápido:

—Joe, contacta al guardia de seguridad y que revise las cámaras del estacionamiento. Quiero un reporte detallado de cualquier actividad que pueda parecer fuera de lo común cerca de mi auto.

El ingeniero levanta la mirada desde mi computadora y frunce el ceño. Suelto el teléfono y me acerco a él.

—Directora, no encontré nada en su computadora personal —me dice para mi sorpresa—. Todo está encriptado y tiene un software difícil de violar sin su contraseña.

—¿Está seguro de eso? —pregunto, mientras pienso que, a lo mejor, mis hijas fueron las que le instalaron esa nueva IA.

—Sí, directora. Ni siquiera yo puedo sobrepasar la seguridad de su computadora. ¿Qué sistema es el que utiliza? —pregunta mientras teclea a toda velocidad.

—No lo sé, esa computadora era de mis padres —digo con honestidad—. Entonces, si no ha sido hackeada, no hay problemas. Gracias por todo, pero revise toda la seguridad de la empresa.

—De acuerdo, directora —responde, recogiendo todas sus cosas—. Han crecido mucho sus niñas.

Sonrío al ver la fotografía en mi despacho. Mis dos preciosas hijas son mi razón de vivir y no permito que nadie disminuya mi valía por eso. Mientras sigo escuchando a mi asistente Joe leer el informe del mes, la sensación de que algo a mi alrededor me sigue aumenta. No sé explicarlo. Siento que alguien me observa todo el tiempo, y eso hace que la intriga se apodere de mí mientras continúo escuchando todo lo que sucede en la reunión.

Sin embargo, esa sensación me desconcentra y me hace recordar los extraños sucesos que han ocurrido desde que me mudé después del divorcio. Regresar a la casa de mis padres, donde solía vivir con ellos antes de que fallecieran en aquel terrible accidente, parecía una decisión lógica en ese momento.

No sé cómo explicarlo, fue algo extraño desde que llegué allí; sucedían y suceden cosas inexplicables. A veces tengo la inquietante sensación de que mi casa está embrujada. Sí, suena ridículo, lo sé, pero es la verdad. Es como si hubiera una presencia invisible que manipula las cosas a su antojo.

 Un ejemplo claro es el audio programado para despertarme por las mañanas. Sin importar qué música tenga grabada, siempre se reproduce con una exactitud aterradora, poniendo canciones que realmente me gustan. Incluso cuando no he grabado esas melodías en mi dispositivo o acaban de salir al mercado.

 Pero eso no es todo. Las luces de la casa tienen un comportamiento igualmente inusual. Se prenden y apagan siempre a la misma hora, sin importar si estoy o no en la casa. Es como si alguien estuviera controlándolas desde algún lugar desconocido. El agua se calienta sin necesidad de que yo la ajuste, a cualquier hora, aunque se supone que debo encender el calentador; nunca lo hago y el agua se calienta.

 Sé que mis padres eran personas inteligentes, pero no creo que ellos fueran responsables de estas cosas. Lo peor es que no se lo he dicho a nadie; temo que vayan a pensar que estoy loca. Aunque sean cosas muy extravagantes y sin sentido, creo que solo Joe, que vivió conmigo, sabe algo, pero nunca se lo aseguré.

 Al inicio, cuando regresé con mis gemelas que eran bebés, el cielo de la habitación de ellas se llenaba de estrellas en las noches y se escuchaba una suave melodía de cuna; en ocasiones, incluso parecía que el piso vibraba. Lo hacía cuando yo no estaba y desaparecía al instante de entrar en ella. Creo que lo vi muchas veces.

 Pero estaba tan agotada de todo el trabajo diario que comencé a agradecerle a la casa lo que hacía para que ellas durmieran toda la noche y me dejaran descansar. Aunque me consideraban extraña los que me escuchaban, sé que a estas alturas deben pensar que estoy paranoica. Pero no es así, a pesar de haber mandado a revisar mi casa con todo tipo de técnicos, siempre terminan concluyendo que es una casa normal.

 Aún después de muchos años viviendo en ella, siguen ocurriendo cosas extrañas, como que las cortinas se abren y cierran solas según la luz solar, o que los aparatos de mi cocina se encienden y apagan sin razón aparente. Ya les he dicho, mi casa es muy peculiar, pero me he acostumbrado a ello.

 Sin embargo, lo que me ha sucedido hoy me ha llenado de preocupación. ¿Será que mi ex, Orestes, ha intervenido mis equipos para vigilarme? Debo tener mucho cuidado con él, es un hombre muy traicionero, a pesar de que no lo he vuelto a ver desde el divorcio.

Voy absorta en mis pensamientos mientras conduzco de regreso a casa y un fuerte giro en el volante evita que choque.

—“¡Ema, concéntrate!” —escucho en la radio y freno bruscamente. ¿Quién dijo eso? ¿Quién está controlando mi nuevo auto? ¿Qué está sucediendo hoy con todos estos equipos?

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