—¡Ja! ¡Uno!— exclamo.
—Ahora estoy seguro de que estás haciendo trampa—. Chary gime. —Probablemente ni siquiera estés barajando las cartas—.
Me río disimuladamente. —Treinta años y todavía soy un mal perdedor. Ahora juega tu carta para que pueda vencerte por tercera vez—.
Ella entrecierra los ojos ante su mano de cartas y luego me mira por encima de ellas. Muevo mis cejas antes de que su boca se curva en una sonrisa. —Toma eso—.
Ella pone un comodín.
—Está bien. ¿Cuál es el color?—
—Roj... no. Amarillo.—
Grito, poniendo mi tarjeta amarilla en la parte superior de la pila de tarjetas. —¡Yo gano! Me gustaría agradecer a todas las personas pequeñas que tuve que pasar por alto en mi camino hacia la victoria. Su dolor no fue en vano—.
—No te soporto.—
—Oh, me amas—.
Tomo todas las cartas y las devuelvo a la caja, poniendo fin a la miseria de Chary.
—¿Qué hora es?— Murmuro, más para mí que para Chary mientras busco dónde dejé mi teléfono.
—Esta es la tercera vez que me preguntas eso—. Ella