CAPÍTULO 80. Una verdad por cada lágrima.
Narrador.
Él se rascó la cabeza y ella rió de anticipación.
—Mira, ya no soy así, pero antes de llegar a la hacienda era un inmaduro. Mi vida solo consistía en clubes, antros, mujeres, bebidas alcohólicas y mucho, pero mucho dinero para gastar en lujos. Como el último descapotable del mercado, el reloj más costoso y de la mejor marca, y así sucesivamente… hasta que mi padre empezó a decirme que debía madurar y que era hora de que lo ayudara con la empresa, porque estaba cansado.
Y a mí me aterraba saber que ayudarle significaba tener que alejarme de mi divertida vida, y me negué, creyendo que era así de fácil. Pero mi padre, ese hombre al que le agradaste y se mostró amigable contigo… para mí solía ser aterrador. Me amenazó con enviarme a otro país para volver a estudiar otra carrera administrativa aparte de la que ya poseo, y yo sabía que sus amenazas no eran en vano. Si él quería que yo estudiara, lo haría, así tuviera que invertir todo su dinero en escoltas que tiraran de mis oreja