La respiración de Raquel se aceleró, cerró sus ojos cuando la piel de su hombro fue acariciada ligeramente por la húmeda esponja en las manos masculinas de Rick. El alfa sonrío a su lobo gruñir con ansias cuando la suave esponja en aquellas acariciaba ese delicado lugar en la garganta que cualquier lobo ansiaba morder.
— Debería hablar de algo — la voz de Rick sonó alrededor del baño demasiado aguda — ¿Qué tal si me cuentas alguna cosa?, intenta hablar.
La mujer que acompañaba al hombre en el baño no habló, Raquel ni siquiera se atrevía a mirar a otro lugar que los ojos del alfa frente a ella dentro de la bañera, pero aquello solo hacía que algo latiera con mucha más intensidad en su pecho.
— Bien, entonces te contaré una buena historia — el hombre sonrío — Amaya hace unos meses comió en exceso, mi madre la dejó porque esa niña la ha hecho incapaz de negarle algo — bajó la mano hacia sus brazos mientras hablaba — pero después de que se fue a dormir, en mi habitación las cosas se salie