Era difícil para Rick ver a su luna tan asustada, habían pasado quince días desde que volvieron a la manada y ella ni siquiera había puesto un pie fuera de casa o mejor dicho, de la habitación que compartían. El lobo hojeó distraídamente los documentos frente a él antes de que las puertas de su oficina se abrieran, robándole la posibilidad de seguir pensando en Raquel.
— Así que estos son los vándalos — el alfa se puso en pie para acercarse a las cinco personas en su oficina — ¿Querían al alfa?, aquí está, el alfa quiero una explicación.
— No hay nada que explicar tío — respondió el chico más alto de los cuatro — solo jugábamos, pero este… — miró a mi segundo al mando — este idiota se lo tomó muy en serio.
— Así que llamas jugar a robar y acosar mujeres, por no hablar de destruir propiedad de la manada, donde están tus padres.
— Mis viejos no tienen nada que ver en esto — masculló — al menos no hasta que este bastardo llamó a la puerta de casa de mis padres en la mañana para arrastrar