—¡Rey Alfa…! ¡Por favor… le ruego…! —imploraba el médico principal, sintiendo la presión asfixiante de la mano de Zefor.
—¡NO LO SABEMOS! ¡SE LO JURO, ALFA! —gritó otro hombre lobo en el salón médico—. ¡Dejamos las medicinas aquí! Todas las dosis eran solo para fortalecer a Luna, como usted pidió. Ella volverá a quedar preñada, los efectos secundarios serían mínimos.
—¿Me tomas por tonto? —la voz profunda y dominante de Zefor resonó en toda la sala, mientras apretaba con más fuerza el cuello del médico—. Tenían que hacer una sola cosa... y fallaron. Luna está enferma, intoxicada, y su estado es grave. El culpable sufrirá un castigo peor por desobedecerme.
—¡¡AAAAAHHHG!! —gritó el médico, cuando Zefor lo lanzó por los aires.
¡¡¡CRAAAANK!!!
Un sonido atronador llenó el salón al estrellarse el médico contra un mueble repleto de frascos medicinales, que se hicieron añicos en el suelo.
Todos los presentes se quedaron paralizados ante la furia del Rey Alfa. La mayoría inclinó la