Adalet comenzó a sentarse, su cabellera rubia hecha un desastre, cada músculo de su cuerpo le dolía enormemente, y su intimidad le ardía… A pesar de que el sudor la envolvía, y las marcas de la evidencia de la posesividad de su Alfa llenaban su cuerpo en chupetones y mordidas, quiso levantarse.
La hembra se acercó a la orilla, y comenzó a ponerse de pie.
—Quizá no sea una buena idea —susurró Zefor, sentado en la orilla, viéndola levantarse con torpeza y tambaleante.
—Es… Estoy bien, solo… ¡Ah! —gritó ella cuando uno de sus pies flaqueo y ese Alfa en segundos se levantó y la agarró por la cintura. Zefor la cargó entre sus brazos, yendo con ella en dirección al cuarto de baño.
—Apenas esta madrugada tu celo comenzó a cesar. No te esfuerces demás —le dijo él.
Adalet sintió su corazón latiendo aceleradamente, y su rostro caliente de la pena.
¡No estaba acostumbrada a depender de un macho!, mucho menos a que un hombre lobo la conscienta o la trate con delicadeza… No en