Leonard
El aire en la sala del Consejo es denso.
Cinco pares de ojos me observan con expectación. Megara está sentada junto a su padre, con los brazos cruzados y la mandíbula apretada.
No tengo que buscar mucho para saber que todo esto tiene que ver con Evelyn y el berrinche que Megara hizo en la tarde en mi habitación.
Estoy harto de esta mierd4, no estoy para soportar estupideces, tengo demasiados problemas de los cuales ocuparme.
Su mirada es pura rabia contenida, y puedo sentir cómo su energía envenena el ambiente.
Pero quién habla es su padre.
—Dime que es mentira, Leonard —escupe su padre, su voz rugosa y llena de desprecio—. Dime que no has llevada a esa intrusa a tu habitación.
Mi postura permanece inmutable, no tengo porque rendirle cuentas a nadie, pero si a esto es a lo que quieren jugar, entonces juguemos.
—¿A qué te refieres?
El anciano pierde la compostura en un segundo y golpea la mesa con fuerza.
—¡Esa loba m*****a! ¡Evelyn! No solo la trajiste a este territorio, sino