Capítulo 4
Punto de vista de Alejandro

Un dolor abrasador me golpeó, como si alguien estuviera desgarrando mi alma.

—¡Lucía! —rugí, cayendo de rodillas, arañándome el pecho.

Justo ahí, el enlace mental con mi compañera destinada de repente se sentía débil, casi desaparecido.

—Alfa, ¿qué sucede? —El guardia en la puerta escuchó mi grito agonizante y entró corriendo.

—¡Lucía! ¿Dónde está? —Agarré el cuello de la camisa del guardia, con la voz ronca.

—Alfa —tartamudeó—, ella... ella abandonó la Tribu Rocaoscura.

¿Se fue?

Usé toda mi fuerza de Alfa para combatir la inquietud del vínculo que se debilitaba. Luego, lo solté y me burlé.

—Otra de sus rabietas. ¡Ya me disculpé con ella en el banquete anoche! Está malcriada. Está bien, se calmará y volverá en unos días.

El guardia dudó.

—Pero Alfa, se llevó todas sus cosas...

—¡Cállate! —rugí—. Es solo una Omega terca. ¿A dónde podría ir?

Se escucharon pasos fuera de la puerta.

Sonreí con suficiencia, seguro de tener razón.

Sabía que volvería arrastrándos
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