Cuando el lobo blanco finalmente logró llegar a casa, su respiración era irregular y muy pesada, al mismo tiempo que sentía sus piernas temblar levemente.
Aquella era una de las desventajas de su lado humano, si bien el agotamiento tardaba más en llegar que a las simples personas, tarde o temprano lo alcanzaba.
Sin perder ni un segundo, el chico de cabello y mirada color sol, abrió la puerta principal con velocidad, buscando con desesperación a su gemelo entre los muebles del lugar.
—¡Mierda Skol!—gruño el lobo negro saltando de repente de su sitio frente al televisor—¿No estabas en tu cuerto?.
El recién llegado ignoró el susto y las pre