Rose:
Estaba en mi habitación, tejiendo unos abriguitos y boticas para mis bebés, cuando tocaron a mi puerta.Dejé de lado el crochet y me moví, con cautela para abrir.
Mi gestación de casi seis meses se estaba volviendo un problema.
Mi vientre era enorme, por razones obvias. Tenía que ir al baño cada dos o tres horas, mis tobillos se estaban inflando y tenía la cara completamente manchada, producto del influjo hormonal.
Abrí la puerta, y del otro lado me esperaba una siempre sonriente Bárbara.
—Rose, querida. Acaban de arribar unas visitas y piden verte.
¿Visitas?
Mi corazón se estampó contra mis costillas, latiendo desordenadamente.
¿ Será Víktor?
Sentí como mi rostro comenzaba a enrojecerse.
¿ Sería posible que haya venido a verme?
Al parecer, mi anfitriona notó mi expresión esperanzada, y quiso aliviarme el disgusto, porque me explicó:
—Mi hija y la esposa del Korolev han venido a conocerte. Están muy curiosas, incluso han traído ropa para los bebés y otras cosas que puedes necesit