Capítulo 2.

Víctor.

Estúpida máquina se quedó sin cafeína. Solté un suspiro y caminé hacia la oficina de mi querido abuelito. Mi asistente, George, me acababa de informar que había sido convocado y era demasiado temprano por la mañana como para tener la conversación que sé que escucharé.

-¿Querías verme, abuelo? - Dije entrando en su oficina sin llamar a la puerta; hace años que nadie toca a su puerta en realidad porque la quitó al considerarla “un desperdicio de dinero, espacio y sin propósito verdadero”. Claro que también la mandó a quitar cuando estaba fuertemente medicado para aguantar sus reumas, pero como sea. No ha dado instrucciones de que la vuelvan a poner, así que pienso que lo decía de verdad.

-Acércate muchacho, debemos hablar. - Dijo serio dejando los documentos en sus manos y mirándome seriamente. - ¿Estás comiendo y descansando lo suficiente?

-Si, la querida Alicia incluso programa mi alarma para que me recuerde que debo comer tres veces al día. - Dije divertido. Esta instrucción sé que se la dio mi abuelo a mi ama de llaves después de que accidentalmente me desmayé en una reunión con importantes clientes; los médicos dijeron que se debió a mis muy pobres y bajos niveles de… prácticamente todo, excepto el estrés. Ese si lo tenía muy alto.

-Buena muchacha…- Dijo dando un suspiro soñador. - Lo que daría por treinta años menos; entonces la invitaría a salir y yo mismo me encargaría del asunto de los herederos de la empresa. - Dijo mirándome reprobadoramente.

A mi abuelo se le había metido en la cabeza que lo que me hacía falta para ser feliz era una complicación llamada matrimonio y una pesadilla llamada hijos. No tenía tiempo ni el interés en gastar mis escasos días libres cortejando a alguna mujer pegostiosa ni sacando a pasear a cualquier pequeño paquetito de sorpresas olorosas. Pero a mi abuelo, Víctor Lostking padre, tenía otras ideas.

-Ya sabes, me gustaría jubilarme en algún punto de mis ochenta y tres años. No me hago más joven ni tú tampoco. ¿Qué hay de malo en una buena mujer de anchas caderas que te ayude a continuar con el imperio? – Dijo pasándose las manos por el pelo en un gesto frustrado.- Ya hemos hablado de esto: Me gustaría verte feliz, casado y con hijos antes de retirarme e ir a vivir en alguna pequeña isla en la que me abaniquen la cara algunas señoritas de sesenta como mínimo… -Dijo en tono soñador y luego me miró disparándome dagas en los ojos.- Eres un mata sueños, ilusiones y esperanzas de este pobre y delicado anciano.

Yo di un suspiro. Era la misma plática de siempre: Yo soy el peor de los nietos, él solo quiere descansar, yo solo quiero trabajar… y este maldito discurso se repite en un ciclo sin fin… o al menos una vez por semana. Dejó de ser divertido desde hace cuatro años, pero amaba al abuelo y toleraba nuestras conversaciones fastidiosas con una sonrisa y la promesa de seguir buscando a la “adecuada” para el puesto.

-Repíteme, ¿Qué es lo que buscas en una mujer? Sigo presentándote a señoritas adecuadas y tu sigues rechazándolas. Se me están acabando las ideas y el cabello. - Dijo mi abuelo recargando su cabeza en su escritorio mientras soltaba una profunda exhalación. - Vamos, no seas tímido en las descripciones físicas de la chica. Estoy seguro de que puedo encontrar algo que ni siquiera tú seas capaz de rechazar.

Esta parte era nueva; su papel de casamentera acababa de comenzar durante el último año. Mas concretamente, después de su última operación para ajustar su marcapasos nuevo. Normalmente, yo le decía algunos rasgos ridículos y al azar antes de marcharme a seguir con mi trabajo. Él, durante toda la semana, buscaba mis excéntricas exigencias y para el fin de semana tenía alguna “reunión de emergencia” a la que tenía que asistir con mis mejores galas; obviamente, siempre eran encerronas en las que mi abuelo no muy sutilmente exaltaba las cualidades de la próxima señora Lostking. No sabía de dónde sacaba mi abuelo a las… señoritas, pero comenzaba a asustarme el tipo de chica que llevaba.

Hace tres semanas, le dije que me gustaban con curvas, pelo azul, verde y morado, que supiera hablar francés mientras bailaba y hacía equilibrismo en una cuerda floja. Ese fin de semana me llevó a un maldito circo, literalmente, y pude ver el acto de un payaso en la cuerda floja; al terminar me dijo que si le daba oportunidad me daría los diez hijos que quería. ¿Cómo rayos sabía el número de hijos que yo quería cuando obviamente, no quería hijos? Estaba más allá de mí. ¿Cómo m****a me daría a esos diez hipotéticos hijos si el payaso equilibrista era hombre? Un maldito misterio. ¿Cómo carajos mi abuelo no se dio cuenta de ese pequeño detalle antes de llevarme al jodido circo? Una incógnita hasta el día de hoy.

-Abuelo, agradezco tu enorme esfuerzo y preocupación por mi vida sentimental. Pero de verdad no estoy listo para una relación; no eres tú, soy yo. Quisiera darme un tiempo para enfocarme en mis prioridades laborales y tener éxito en mi profesión antes de siquiera pensar en el maravilloso mundo de la paternidad y sus múltiples retos. Ya encontraré a la mujer perfecta cuando sea el momento adecuado; me gustaría un amor de telenovela en el que nos veamos a los ojos y sepamos que somos perfectos el uno para el otro. Caminaremos juntos hacia el atardecer y nos montaremos en nuestros unicornios hacia el arcoíris más cercano…

-Corta el rollo, listillo. - Dijo chaqueando la lengua. Supongo que se dio cuenta de que no hablaba en serio hacia la mitad de mi discurso. - Ya que tú no te tomas el asunto con la seriedad que deberías, he decidido que te buscaré una buena chica a la que no le puedas decir que no… una chica como mi querida Clarisse.

-Abuelo…-Dije masajeando mis sienes; hablar de la abuela siempre ponía a mi abuelo sentimental y prácticamente no le podrá decir que no a nada de lo que me dijera en los próximos diez o quince minutos. Una buena jugada utilizar el chantaje emocional, viejo zorro astuto.

-Déjame terminar. - Dijo mirando al techo. - Tu abuela, que en paz descanse, fue la mujer más maravillosa que he conocido. Ella preparaba las comidas más exquisitas, cuidaba de mí, me hacía reír, era muy inteligente, sabía resolver problemas y nunca me quiso por mi dinero, aunque en ese tiempo no tenía ni un centavo a mi nombre. - Dijo con una sonrisa de ternura.- Fue gracias a ella que fundé este imperio: Ella creía en mí y me apoyó en todas las formas que pudo. Luego me dio la alegría más grande de mi vida…

-Mi madre. - Dije con un suspiro resignado. Ya sabía yo cómo iba a terminar esta conversación, solo esperaba que no fuera nada extravagante.

-Exacto, tú madre. Ella no descuidó nunca sus deberes en casa y siempre me recibía con una sonrisa sin importar la hora en la que llegara. Quiero eso para ti, pequeño. Tienes treinta y dos, un sueldo aceptable y una vida entera para amar y ser amado. ¿Por qué no me quieres escuchar? Es frío y solitario que Alicia te deje comida en el refrigerador y te despiertes con la única finalidad de hacer más grande nuestro imperio. - Volvió a mirarme seriamente y no sabía que sus siguientes palabras cambiarían mi vida para siempre. - Si ese es tu sueño, te ayudaré a conseguirlo.

Sacó algunos papeles de uno de los cajones de su escritorio y me los entregó con una media sonrisa. Yo los tomé sospechosamente.

-¿Qué es esto?

-Lee y calla. - Dijo y luego llamó por teléfono para tener listo nuestro helicóptero en cinco minutos.

El horror de lo que contenían los papeles me hizo casi soltarlos pero me obligué a leerlos hasta el último punto.

-No puedes hablar en serio…

Era un maldito contrato que no recordaba haber firmado pero ahí estaba mi hermosa firma y sello. Pero no era cualquier contrato, no; era un maldito contrato para participar en un programa de concursos que duraba un mes entero y que se realizaría en alguna isla paradisiaca.

-Estoy hablando jodidamente en serio. El productor es el hijo de un amigo mío; cinco chicas desconocidas, una chica celebridad de los medios, cinco actores y un millonario. Adivina cuál va a ser tu papel. - Dijo meneando las cejas.

-¡¿Y por qué carajos tengo que participar en esto?! ¡¿Cómo diablos conseguiste mi m*****a firma?!- Grite sacudiendo los papeles en su cara.

-Por Dios Vic, eres muy dramático. Te daré un pequeño consejo: Siempre lee lo que te doy a firmar. Tu firma la conseguí el fin de semana cuando te dije que para salir de esa horrible cita solo tenías que firmar un contrato de no divulgación. ¿No lo recuerdas?

¿Recordar? Habían pasado solo tres días y aún tenía escalofríos por la noche. Bueno, m****a, mi abuelo era muy listo.

-¿Cuál es el objetivo de este teatro?- Pregunté resignado a mi destino. Según el contrato, podría salir del programa si los televidentes votaban por mi; no sería difícil, solo tendría que ser un poco menos amable y el mundo me odiaría… aunque quizá eso afecte negativamente a la empresa. Estaba jodido.

-Que encuentres el amor, por supuesto.- Dijo mi abuelo dándome una mirada extrañada.- Sé de buena fuente que estará presente la heredera de Corbin Elegance. Puedes aprovechar y unir nuestras empresas.

-¿Te refieres a la mimada y fiestera con poco cerebro Elena Corbin?- Dije con horror. Ya había coincidido en alguna fiesta con ella. Pasé cerca de su grupo de amigos y se encontraba discutiendo salvajemente su excelente teoría de que la tierra era plana porque cuando ella volaba por el mundo siempre era en línea recta y no redonda.

-La misma. Ve, dale esa hermosa sonrisa que mi pequeña te dio y yo calculo que para septiembre me estaré jubilando, en octubre comenzarás con la producción de herederos y para mayo seré el bisabuelo más feliz del mundo que malcriará a todo el pequeño ejército de bebés que vengan. - Dijo con una sonrisa loca.

-Pero yo…

-Señor, disculpe la molestia. - Dijo Susan, la secretaría de mi abuelo. - El helicóptero ya se encuentra en el techo del edificio y en espera de nuevas órdenes.

-¡Excelente! Gracias, cariño. – Dijo mi abuelo y en cuanto se fue volteó su mirada hacia mi. - Ahora, sé un buen chico y aborda el helicóptero. Ya te están esperando.

-¿De qué hablas? - Dije confundido.

-Hablo del destino, muchacho. Hoy inicia el programa piloto y ya te esperan para partir a la isla. - Dijo despidiéndome.

Yo lo miré y mentalmente conté hacia atrás para calmarme. Me di la vuelta y fui hacia el elevador para ir al techo; de nada servía discutir con mi abuelo, era más duro que una roca y terco como una mula. Estaba seguro de que si no subía por mi propio pie, él me secuestraría o algo igual de absurdo.

Cuando regrese debo tener una buena charla con él… y con mi maldito abogado.

El helicóptero despegó cuando subí y me abroché el cinturón; ni siquiera me tomé la molestia de preguntar a dónde íbamos. ¿Qué más daba? De todas formas no es como si sabiendo hacia donde iba podría cambiar mi maldito destino.

Quince minutos después aterrizamos en un hangar privado. Bajé y enseguida un hombre me abordó.

-Buenos días, señor Lostking. Por razones de la temática del concurso le hemos asignado un nuevo nombre y nos gustaría que se lo aprendiera. - Dijo dándome un folder. - Sus compañeros del programa llegarán en alrededor de quince minutos. Por favor, siéntase libre de memorizar su papel mientras tanto. Si tiene alguna duda, yo me encontraré por allí. - Dijo haciendo un gesto hacia algunos bancos cerca de la entrada a la pista. - Encontrará algunos bocadillos por allá y el baño se encuentra detrás de la puerta de ahí. - Dijo señalando hacia dos direcciones completamente diferentes.

Se fue y yo caminé hacia algunas sillas cercanas. Abrí el folder y lo miré confundido: Mi “nuevo” nombre era Matt Damon. Esto tenía que ser una m*****a broma…

Seguí leyendo, yo era un bebé huérfano que fue encontrado en un campo de maíz; una amable pareja me encontró y decidió criarme como suyo. Amo el campo, el olor a vaca y las tardes de películas románticas comiendo palomitas porque todo eso me recuerda a casa. He tenido una vida dura en el campo, así que trato de mantenerme en forma y mi sueño es ser dueño algún día de mi propia granja, sacar un perfume inspirado en los cerdos y que mi primer hijo se llame Maicito.

Qué. M****a.

Comencé a reír histéricamente. ¿Desde cuándo mi vida se había convertido en un chiste? Y esto ni siquiera era la mitad de las tonterías que venían escritas en los dichosos papeles que me dieron.

Faltaba lo mejor: Era firme defensor de los derechos de los gansos.

Mátenme ahora. ¿A quién carajos se le pudo ocurrir esta tontería…?

-¡Buenos días, Matt! - Dijo un hombre de mediana edad acercándose a mi. - Mi nombre es Martin Boslo y soy el productor de ¡Atrapa un millonario! Veo que ya estás memorizando el guion. - Dijo orgulloso. - Se me ocurrió a última hora, ¿Por qué dar sus verdaderos nombres cuando podemos darles nombres de famosos? ¡Boom! Esto será un éxito seguro, y no te preocupes, no pensaba ser rígido contigo respecto a tu historia. Este pequeño borrador solo eran ideas mías. - Dijo con una brillante sonrisa. - ¡Puedes inventar la historia que quieras! Eso sí, recuerda que no puedes dar muchos detalles que lleven a pensar que tú eres el millonario porque entonces se terminaría el juego y eso no sería divertido. - Dijo apesadumbrado. - Además tendrás que darnos una compensación del 300% de lo estipulado en el contrato. En fin, menos mal que lo leíste antes de firmar y no tengo que repetirte estas pequeñas nimiedades que violan nuestro contrato. - Dijo recuperando su sonrisa. - Ahora me despido. Debo recibir a los otros concursantes; te veo en un rato.

Y se fue dejándome con la horrible sensación de que yo era un estúpido.

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